Relucen los naranjos amargos. La lluvia ha lustrado el verdor de sus hojas y la blancura de sus flores. A sus pies los pétalos mutilados condensan el aroma espeso que evapora el suelo. La enramada es una bóveda ricamente labrada. El paseante detiene su paso y se sitúa junto al tronco admirando la trama de hojas, ramas y flores perladas de agua. Retorna a la infancia sacudiendolo suavemente para sentir como el árbol llueve sobre su cabeza. Algunos transeúntes lo observan con sorpresa, rayando la estupefacción. El bautismo de la memoria se derrama por las sienes como los versos de Juan Ramón Jiménez, «Antes de la amargura sin nombre del fracaso / que engalanó de luto mi corazón doliente, / ruiseñor niño, amé, en la tarde de raso, / el silencio de todos o la voz de la fuente». Amo el silencio del árbol que con voz de agua acaricia al ruiseñor hombre con alas mojadas.
Texto y selección musical:
Pedro Luis Ibáñez Lérida.
Proyecto Azules circulares
Kinan Azmeh, clarinete. Florian Weber, piano.
Si te ha gustado, ¡compártelo con tus amigos!
Más historias
Memoria del frío
Un libro editado por la Diputación de Granada analiza el exilio español de posguerra
La periodista sevillana Almudena Mata se alza con el VI Premio de Investigación Rosario Valpuesta