
Reunión de sociedades regionales y clubes españoles de los EEUU en 1930.
La exposición “Emigrantes invisibles”, que puede verse estos días en el Antiguo Instituto de Xixón, reconstruye la emigración española a Norteamérica entre 1868 y 1945.
No sabemos exáctamente cuántos fueron, pero probablemente se trató de un fenómeno mucho más de común de lo que pensamos. En el país de las oportunidades había un término específico para ellos y ellas: spaniards. Solo en febrero de 1917 378 españoles se embarcaban rumbo a los EEUU desde diferentes puertos españoles. El tercer destino tras Cuba y Argentina. La exposición “Emigrantes Invisibles: Españoles en los EEUU” repasa la olvidada historia de los ciudadanos y ciudadanas que emigraron desde todas las regiones españolas a Norteamérica entre los años 1868 y 1945. La exhaustiva muestra, comisariada por el periodista asturiano Luis Argeo y el profesor de la Universidad de Nueva York James D. Fernández está producida por Fundación Consejo de España-EEUU y puede verse hasta el 8 de febrero en el Antiguo Instituto de Xixón.


A través de seis capítulos, Adiós, ¡A Trabajar!, Living la vida, Se organizaron, Solidaridad y discordia y Made in USA, la exposición de Aregeo y Fernández repasa la historia de estos emigrantes desde sus pueblos de origen hasta su proceso de norteamericanización. Con abundante material fotográfico sacado de baúles, maletas y desvanes, la exposición recostruye sus familias, sus trabajos, hogares, ocio y sociabilidad, principalmente en torno a las casas y centros regionales. Los bailes, partidos de fútbol y picnics de confraternización entre paisanos y paisanas con nostalgia de su tierra y que buscaban en estos encuentros también pareja para ellos o para sus descendientes. Por las paredes de “Emigrantes Invisibles” pasan las imágenes y los testimonios de gente común con vidas excepcionales: huelguistas asturianos de la industria del tabaco en Tampa, Florida, andaluces cortadores de caña de azúcar en la West Coast, pastores vascos de Idaho, salmantinos a caballo recreando las fiestas de San Roque en California, o Bernarda Caamaño, una gallega casada con un hawaiano y madre de dos hijos de rasgos euroasiáticos. Los hubo que prosperaron y se hicieron comerciantes, hosteleros o incluso industriales, quienes fracasaron en el intento o los que se unieron al movimiento obrero norteamericano y sus sindicatos para reivindicar mejores condiciones de vida y trabajo.




El periodista asturiano Luis Argeo (Piedras Blancas, 1975) lleva más de 15 años rescatando del olvido la historia de estos españoles pobres que partieron en busca de una vida mejor a la América anglófona en lugar de a la América de habla castellana, como harían la mayoría de sus compatriotas emigrados. La historia tiene mucho que ver con su familia y sus recuerdos infantiles. Natural del concejo de Castillón, de niño recuerda a sus parientes de América que venían en vacaciones con gorras de béisbol y otros productos que los guajes de los años 80, como él, solo conocían a través de la televisión y las películas: “Para nosotros eran como marcianos”. Con el tiempo descubrió que su caso no era el único, ya que muchos otros vecinos y vecinas de este concejo de la comarca de Avilés habían emigrado durante las primeras décadas del siglo XX en sucesivas oleadas a Virginia Occidental y Pensilvania. Allí trabajaron en minas y fábricas, desempeñando a menudo oficios parecidos a los que habían tenido en su localidad natal, con una larga tradición minera y fabril. Con fuertes sentimientos comunitarios, conservaron una peculiar forma de hablar, a caballo entre el inglés y el castellano, con múltiples palabras, giros y expresiones asturianas. De este descubrimiento nació “Asturian-US”, un documental de 2005 coproducido por la televisión pública de Virginia Occidental, al que seguirían toda una saga de películas sobre la emigración española en los EEUU: “Corsino” (2010), “La paella de Daniel Albert” (2013), “La Plomada” (2017) y “Empatía” (2021).



La muestra que estos días puede verse en Xixón, y que Argeo guía personalmente los sábados y domingos, es un viejo sueño hecho ahora realidad y que se complementa con una serie de actividades paralelas, entre ellas la zarzuela hispano-norteamericana “The land of joy”, de Quinto Valverde, estrenada en 1917, y que podrá verse sobre las tablas del Teatro Campoamor de Oviedo/Uviéu el 12 de febrero.

“Emigrantes Invisibles” muestra a unos spaniards que cuidaban mucho de enviar a sus familias imágenes de coches, casas y buenos empleos que hablasen de una prosperidad sin opulencia. Argeo sostiene la tesis de que muchos de estos emigrantes creían posible el retorno, e incluso llegaron a acariciarlo seriamente a principios de los años 30, con la proclamación de la Segunda República española: “Venían de orígenes obreros y campesinos y se identificaron con el proyecto reformista de la República. Muchos creyeron que era el momento de volver a una España que se estaba modernizando y haciendo más justa”.


La Guerra Civil frustó este regreso, pero buena parte de la comunidad española se volcó en defensa de la República y en contra del fascismo. Era también una forma de patriotismo y de compromiso con su país de origen. Se manifestaron para pedir que la democracia norteamericana auxiliara a la democracia española y recogieron fondos para la lucha en España. Algunos se unieron a los 2.800 voluntarios del Batallón Abraham Lincoln que vinieron a defender la República frente a Franco, Hitler y Mussolini.
La derrota de la República supuso según Argeo la ruptura sentimental de muchos emigrantes españoles con su país. “No habría retorno, así que animaron a sus hijos a americanizarse por completo, hablar solo inglés, ir a la Universidad, prácticar deportes norteamericanos” señala el periodista, que apunta que la Guerra Fría y el anticomunismo hicieron peligroso el recuerdo del antifascismo y la solidaridad con la España del Frente Popular. Muchos de aquellos españoles ocultaron a sus hijos las fotografías de los desfiles y manifestaciones de los años 30, las banderas tricolores y otros símbolos antifascistas. Tiempo de silencio. Tocaba adaptarse a la América conservadora de Truman y Eisenhower. Dejar de ser spaniards, convertirse en prototípicos estadounidenses del American Way of life.
Vía nortes.me
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