Pau Tomás Ramis destapa la historia de los 600 isleños que viajaron a Barcelona para pasar unas cortas vacaciones y tardaron dos años en volver
Acabamos de dejar atrás unos Juegos Olímpicos muy atípicos, pero no han sido los únicos que han visto truncadas sus expectativas en el último siglo. Sin ir más lejos, en Barcelona, el julio de 1936, estaban previstas unas Olimpiadas Populares que no llegaron a celebrarse. El día que tenían que empezar estalló la guerra. Participantes y visitantes tuvieron que cambiar sus planes. Y entre ellos se encontraban los 650 mallorquines y mallorquines que la noche del 18 habían zarpado del puerto de Palma en el Ciudad de Barcelona para pasar unas cortas vacaciones. La repentina caída de la República en la isla les dejó en el exilio de un día para otro. Los que pudieron volver tardaron, como mínimo, dos años.

Esta parte de la historia más reciente de las Baleares ha permanecido oculta hasta hace unos meses, cuando Pau Tomás Ramis, maestro de profesión, ganó el Premio Mallorca al Mejor Ensayo por la obra Els mallorquins a l’Olimpíada que no fou. En verano el libro llegó a las librerías y ha despertado un interés que ha sorprendido a su autor. Más allá de entrevistas, presentaciones y una exposición, Pau Tomás ha encontrado nuevos testigos: “Durante 12 años he estado recopilando la información que ha dado como fruto este libro pero no me esperaba que una vez publicado aparecieran tantas voces de personas que desconocían esta historia y tenían familiares implicados en ella”.

Para el autor del ensayo el miedo a ser señalado fue la causa principal del silencio de muchos integrantes de la delegación mallorquina. De ahí también que las confesiones que ha conseguido le hayan marcado tanto. Cuando piensa en casos como los de Irene Cardona, que el 1936 sólo tenía 14 años y viajó sola a la capital, a Pau se le pone la piel de gallina. “Irene formaba parte de uno de los orfeones que participaba en la Olimpiada Popular”, explica, “un evento tanto deportivo como folklórico y cultural. La primera vez que hablamos me contó que fue a Barcelona con otra amiga, pero esa no era la verdad. Durante la segunda entrevista me confesó que viajaba sola. Su hermana Olegaria, que estaba presente en la conversación, no se lo podía creer”. Durante 80 años había oído otra versión de los hechos.

En el podcast, además de la voz del autor de Els mallorquins a l’Olimpíada que no fou, podéis escuchar los testigos de Llibert Rigo, hijo del socialista palmesano Miquel Rigo Ferrer, y el de Biel Torrens, hijo de María Magdalena Ginard, una jovencísima integrante de la Rondalla Mallorquina. Ginard formaba parte de uno de los grupos de baile tradicional que se habían apuntado a participar en el evento barcelonés. Su percepción de lo que pasó es seguramente de las más positivas que se podrían encontrar. Biel asegura que cuando su madre hablaba de los tres años que estuvo fuera de Mallorca “jamás lo hizo con una ansia de pena, sino con la alegría de haber disfrutado de un viaje en el que pasó algunas penurias, ya que hacían cualquier cosa por sobrevivir, y durante el cual estableció unos lazos de amistad que han durado hasta nuestros días”. Su familia fue una de las que más tiempo pasó viviendo en el barco que les llevó a Barcelona, convertido, por la fuerza, en una pequeña ciudad flotante, residencia de los que no tenían ni parientes ni amigos cerca de la capital.

Ésta es la historia de una odisea colectiva, de un exilio medio escondido, de la suerte que tuvieron muchos de los líderes de partidos afines a la II República al estar fuera de la isla ese triste 18 de julio. Corría el año 1936.
Por Mireia Balasch
Vía elsaltodiario.com
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