El impulso golpista se persigue en los ex militares, en el ejército, en una serie de medios, en los charlaterios ocupados por tertulianos con camiseta y en sectores de la política, la judicatura, las finanzas y la gran empresa
Tras el intento de golpe de Estado el 23 de febrero de 1981 empezamos a enterarnos (y a no enterarnos) de ciertas cosas los mismos diputados que habíamos sufrido el secuestro. Estuvimos allí sentados y rodeados de gente armada que por las señales y expresiones no parecían haber dormido bien. Y pasaron más de quince horas. Y transcurrió toda una noche. Funcionaron algunos transistores clandestinos, sobre todo el de Abril Martorell, y las noticias circulaban de escaño en escaño. También llego la noticia, no procedente esta vez de los transistores, de que parecía hablarse de un gobierno de concentración de todos los partidos, con nombres ya sobre la mesa, presidido por Armada. Después algunos supimos que se había montado una operación a lo de Gaulle que acabaría con el gobierno vigente y nombraría otro, aunque la operación revestiría tintes constitucionales. Si no desde el principio, sí en el desemboque de la intentona. Todo se vino abajo porque no se sublevaron los generales previstos y, a la vez, porque Tejero solo aceptaba un gobierno de militares.
Al final, ya muy tarde, salió el Rey por televisión. Habíamos visto a un capitán llorar, a los guardias venirse abajo y a Fraga resucitar de madrugada, cuando ya el golpe había fracasado. Pocos días después empezó a hablarse de la trama civil y de que había una lista con más de treinta hombres, del sector financiero, de la gran empresa y de otros sectores.
Se habló bastante durante aquellos días de la trama civil pero nadie soltó un nombre. Me dijeron que había un periodista que tenía una lista con más de treinta nombres. Cuando hablé con él ya era tarde. Decía haber visto una relación, durante pocos segundos, y no recordaba nombres. Le dije que la mirada de un periodista no solo debe ver, debe fotografiar. Se rio. Ningún medio habló de la trama civil. Ni una sola filtración. Ni un solo trabajo de investigación periodística. Y poco a poco se fue apagando el runruneo sobre este tema. Años después me dijo el periodista de marras que la lista estaría entre los papeles que no podrían consultarse en muchos años, que ya saldría en su momento. Cuando estén todos muertos, le dije. “Cuando estemos…, quizás, sí”, dijo el periodista. Ante tan dura clasificación impuesta a los documentos, solo ha quedado un forcejeo constante e inútil y la aventura periodística, en forma de autoficción, de Operación Palace.
Lean acerca de los más de doscientos, entre golpes y pronunciamientos, que se han sucedido en nuestra patria. Lean novelas y relatos de todo tipo y comprobarán que no existe ni una sola intentona que no tenga detrás una trama civil, con tentáculos poderosos y raícillas que se han extendido, durante un tiempo, de forma capilar por una parte de la sociedad y de los medios. Como sin duda ha ocurrido con la tentativa (muy cruda aún, si se quiere) de los militares y sus cartas y sus manifiestos y sus chats, en cuyo ámbito pestilente vivimos estos últimos días. Hemos intentado sanear el ambiente pero no basta con ventilar las estancias para que salga el virus. No basta con que se diga que es un grupo de vejetes, con dos copas de más, jugando con el chat. No basta con que se repita que son ex militares. No basta con que se diga, como se repitió con respecto a la operación que creó las condiciones del 23F, que eran calentones de cafetería.
De nuevo ha sonado la cantinela del gobierno de concentración y ha resonado el nombre de una presidenta alternativa que, en opinión de una serie de gente, se ha dejado querer, emitiendo un discurso amable solo con una parte del gobierno pero dudando de su equilibrio. Antes del 23F se rompía España (durante la construcción del Estado de las autonomías) y había que parar como fuera el terrorismo de ETA, frente a la blandura del gobierno entonces vigente, presidido por alguien que había legalizado al Partido Comunista. Ahora se habla también de la ruptura de España y de la actuación impresentable de un gobierno de Sánchez (a quien se presenta como un peligro, máxime si se le ve junto a Iglesias) con comunistas, apoyado por independentistas y etarras. Y se enuncia y se repite la falta de legitimidad del gobierno Frankenstein con todo el impulso de la derechona de siempre, de esa derecha patriótica que sufre un síndrome insoportable de desposesión cada vez que alguien, que no sea de los suyos, asume el mando del Estado, aunque sea con los votos y siguiendo estrictamente la legalidad democrática.
El eco de ese síndrome de desposesión ha llegado, este es el gran problema, no solo a los ex militares de las espadas oxidadas (una espada oxidada también hiere). Y ojo que digo ha llegado, intentando mantener que la matriz de ese discurso no está en el seno del ejército. Otra cosa es que esa parte franquista del ejército sea un terreno abonado para que germine el impulso golpista que se persigue. Y se persigue en los ex militares, en el ejército, en una serie de medios, en los charlaterios ocupados por tertulianos con camiseta y en sectores de la política, la judicatura, las finanzas y la gran empresa. Bastaría con echarle un vistazo, por ejemplo, al artículo que ha publicado Daniel Bernabé en Público (Movimiento golpista, más allá de la trama militar), donde se aporta un relato que se va explicando a sí mismo como el eco de una operación que tiene su centro motor en la existencia de una trama civil.
Entonces, en 1981, en la estela de la intentona del 23F, circuló una lista con más de treinta nombres. Mucha gente la tuvo en sus manos. Desde luego la inteligencia española la conoció. Y al poco tiempo desaparecía sin una sola explicación, sin ninguna investigación por parte de nadie. Y ahí anda, traspapelada entre los papeles (oficialmente) secuestrados de aquel golpe.
También a Pepe Díaz y a Pasionaria los llamaron cobardes en el 36 porque, al alertar de los peligros, confundían los ruidos de los ratones con la emergencia de un poder fascista en España.
Vía mundoobrero.es
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